miércoles, 27 de noviembre de 2013

Como es la recepcion de un hotel


Los mejores hoteles de Granada De pequeñajo me leí todos los libros de Agatha Christie a excepción de uno que no me leí, sino que literalmente lo devoré varias veces. Un libro de esos excepcionales que como el quijote, cada vez que lo lees descubres un montón de nuevos detalles que te enganchan en la trama que narran, y que haces que vivas mil y una aventuras, a cual más excitante. El libro trataba sobre un hotel donde se alojaba Miss Marple invitada por su sobrino. De su apasionada lectura, aún hoy perduran en mi el gusto por los dulces ingleses a excepción del plum cake y la sana, noble y prudente afición a siempre que mis obligaciones de adulto me lo permiten, disfrutar ocasionalmente de la observación de la recepción de los hoteles. Y me gustaría conocer a las personas responsables de la decoración de la recepción de un hotel, porque vaya si tienen buen gusto a pesar de lo clásicos que son. Por poner un ejemplo, no he visto ningún hotel en cuya recepción no tengan plantas naturales. No es que no me gusten sino todo lo contrario, pero todas ellas tienen plantas naturales y un reloj. El reloj a veces es enorme, más propio de una estación de tren que de un hotel, pero desde luego que cumple su función: mostrar la hora. Y los sillones de la sala de espera o vestíbulo que le también lo llaman así. Claro, dice mi hermano burlándose de mi ¿pero que otra cosa esperas encontrar en la recepción de un hotel? El caso es que en esos sillones yo tomo acomodo y cual una vulgar Miss Marple aficionada, observo disimuladamente por ejemplo en los hoteles en Granada a todos los huéspedes, y me imagino corriendo un montón de aventuras, intrigas y amoríos entre todos ellos, pues como en las novelas que de pequeñajo leía, todos están relacionados entre sí de alguna forma no aparente a simple vista, pero que mi sagacidad detectivesca acababa por descubrir. Y es en ese momento tan oportuno, cuando suena el bim-bam-bi-dubi dubi-dubi de mi móvil, y me devuelve a la cotidianiedad de mi vida profesional, mientras una lágrima resabala por mi mejilla. ¡Yo quiero volver a ser niño!

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